CONTENIDO
-RESUMEN
-NOTAS DE CLASE
EVIDENCIAS
RESUMEN
Diversidad cultural ampliada y
Educación para
la diversidad
El reconocimiento de la diversidad cultural en América
Latina modifica la percepción sobre su propia realidad social y cultural. La
transformación de dicha percepción es fuente, parte y resultado de un cambio
progresivo y conflictivo, que se desenvuelve de una manera compleja y
multidimensional, con implicaciones no solo sobre los sujetos que incorpora sino
sobre la redefinición de la sociedad en su conjunto.
La diversidad no puede seguir siendo pensada como un
componente agregado de la sociedad, sino como un escenario que se constituye en
el centro de todas sus observaciones y decisiones. Se impone repensar el camino
recorrido, a partir de: 1) explorar los viejos problemas aún no resueltos y los
nuevos (diseño de currículos multiculturales, diversidad para la totalidad de
la nación, traducción de textos a idiomas vernáculos y de éstos al español,
capacitación sobre la diversidad, qué historia enseñar, qué sociedad aprehender
y qué cosas saber); 2) indagar por qué una vez conquistado su reconocimiento se
nos refundió la posibilidad de otorgarle centralidad a la diversidad cultural
en la reconfiguración del campo educativo y en la creación del orden social
plural que de ella se deriva; y 3) identificar si se han establecido o no las
relaciones adecuadas entre diversidad cultural y educación, y, si se ha
confundido o no la realidad objetiva de la diversidad con la construcción
social de la educación para la diversidad.
Transformaciones y transición cultural
Desde 1990, se observan en Latinoamérica dos tipos de
transformaciones en relación con la percepción de una diversidad cultural,
ampliada y complejizada, que podemos apellidar en extensión y en profundidad.
Las transformaciones en extensión tienen que ver con: a) La visibilidad y la
comparecencia de la variabilidad del mundo indígena.
b) La aparición en el escenario de la diversidad de
otros actores no indígenas; los gitanos, los inmigrantes (judíos, árabes,
chinos, japoneses, vascos), los negros, los grupos de género, las comunidades
religiosas y los nacionales en otros países (comunidades colombianas en el
exterior).
El reconocimiento de la diversidad cultural ha
difundido la importancia del otro, y simultáneamente ha permitido tomar conciencia
de que nosotros somos a la vez otro, replanteando el problema de la diversidad
tradicionalmente visto en una sola dirección.
En suma, las transformaciones en extensión y
profundidad de la diversidad son el follaje de un árbol cuyas raíces se hunden
en una transición profunda
que es preciso estudiar, con paciencia y detalle. Es
necesario superar el discurso del «logro democrático», para avanzar en el análisis
de cómo el reconocimiento de la diversidad está afectando la organización,
comportamientos, relaciones intra e interétnicas, formas de liderazgo,
discursos, cotidianeidad, etc., de sus sujetos, para trazar los correctivos
necesarios y allanar el camino de la comprensión sobre cómo es la transición y
qué significa para la diversidad cultural –en cada país– y para la región en su
conjunto.
Educación para la diversidad
¿Existe en América Latina una educación para la
diversidad cultural? La respuesta es afirmativa, pero el único ejemplo es la
etnoeducación referida a los pueblos indígenas de cada país. De ellos se
deducen dos cosas: que son la diversidad cultural y que la educación para la
diversidad es la educación dirigida a ellos. Se elude así la comprensión de la
pluralidad de un país, concebido como totalidad diversa. Un país no se define
diverso solo por la presencia indígena.
Esta dislocación del concepto de diversidad es
paradójica –pues aunque son muchos y variados los pueblos indígenas, en el
fondo es singular, distintiva y típica de ellos– y, es uno de los principales
problemas en discusión. La diversidad se ha complejizado y ampliado, se ha
transformado con la presencia de nuevos actores y nuevos anhelos, requiriendo
un sentido más integral.
Esta percepción no compromete la existencia de los
pueblos indígenas ni los logros de la etnoeducación latinoamericana, pues sin
duda, en el plano del reconocimiento de los derechos a ejercitar la diversidad
cultural, es la vanguardia indígena la que ha tenido mayor presencia histórica
y, en materia de derechos indígenas, la etnoeducación ha sido el instrumento
mejor desarrollado y más legitimado.
La educación para la diversidad cultural procura
concentrar los esfuerzos en buscar, imaginar, crear y experimentar un tipo de educación
cuya función es la de articular, enlazar y unir lo distinto, y concertarlo y
acoplarlo para generar lenguajes claramente diferenciados, pero vinculados. Aspira
con ello no solo a incorporar los logros alcanzados y los no resueltos hasta el
momento10, sino los deseos del país pluralizado. Una educación en donde como
colectivo, como sujeto diverso no-indígena, me sienta interpretado, interpelado
y convocado.
El campo educativo de
la diversidad cultural se concibe como un campo de
fuerzas e intereses, que se confrontan, alían, imponen
y resisten, para controlar y transmitir una particular forma de ver e instruir
a los sujetos adentrados en él.
Participación educativa
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Es la capacidad real de contribuir a la
construcción del campo educativo y participar en él, entendida como la
movilización que reivindica lo plural de una población con el fin de idear,
crear, escoger, producir y transformar los contenidos socializadores de la
educación.
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El proceso educativo
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Expresa dos sentidos. Uno, que la participación
educa en forma de socialización política, y que puede ser incorporada como un
componente más de la educación. Y dos, la educación para la diversidad en sí
misma.
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NOTAS DE CLASE
EVIDENCIAS
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